lunes, 9 de marzo de 2009

Un mes ha pasado desde que escribí por última vez en este blog. Quizá es tiempo de contar como gocé del resto del verano.

Mis "herramientas" están en Santiago. "Herramientas" son el acceso a internet, textos varios, mi humilde guitarra, entre otros. Al verme privado de estos elementos, entro en un estado (debo admitir mi debilidad) de aburrimiento tormentoso, pues siempre he sido un niño absorbido por lo abstracto en vez de las experiencias que ofrece la realidad. Es probable que este desdén por lo material se deba en parte a que vivo en un estado de aislamiento espiritual e intelectual extremos. No es que no haya gente, espíritus afines, con los cuales pueda abrirme y compartir mis comentarios, sino que escojo voluntariamente no hablar de nada "serio" con nadie.

Volviendo a la línea original: cuando viajé a viña para disfrutar en contemplación el mar, cometí el craso error de no traer conmigo mis herramientas. Mi desesperación se amplificó al llegar a mi alojamiento, pues sentía la imperiosa necesidad de reflejar artísticamente aquello que me rodeaba. Al paso de unos largos días, obtuve mis preciados objetos, con los cuales pude enriquecer mi estadía en la costa enormemente.

Luego de pasar mis días en Viña, volví apresuradamente a mi hogar en la capital, pues se acercaba la fecha de reingreso a clases. No me disgustó en absoluto este hecho, pues estaba ansioso de conocer nuevas personas en el curso especializado que se me asignó. A pesar del hecho de que mis expectativas fueron cumplidas respecto a mis compañeros, sentí que estaba perdiendo mi tiempo en una clase dirigida hacia aquellos con aspiraciones en el plano de las ciencias. Hice las diligencias correspondientes y me integraré el día de mañana al curso "Humanista-Social" (increíble nombre), en donde me veré obligado a dejar la frustración intelectual que me inunda en clases de Lenguaje para poder demostrar mi potencial y obtener buenas notas.

Releyendo el texto, siento que mis observaciones son sumamente pretensiosas; supongo que es natural debido a mi condición de adolescente, en la cual tiendo a girar en torno al acto de *adolescer*. Un dolor extraño tiñe mis horas y las convierte en silenciosas, caóticas tormentas. Tal y como la ebriedad, es esta edad perfecta para servir como chivo expiatorio a los errores... Como asumir la desesperanza y nihilismo cual estandartes de batalla en el juego social.

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